
1989 fue el año que lo cambió todo, o casi todo. A nivel global, o quizá sea mejor decir “a nivel países de la órbita Occidental”, se produce una aceleración del mercado del surf y del skateboarding. Más adelante describiremos este proceso para intentar explicar tanto las razones como los mecanismos que influyeron en este boom. En 1989, o quizá un poquito antes, comenzamos a ver las primeras tablas de surf modernas (thrusters) en Candás. Tened en cuenta que estamos hablando del micromundo de unos niños que en 1989 entraban en plena adolescencia, de un pueblo costero en el norte de la Península Ibérica. Xijón y Salinas ya tenían escenas bien nutridas de surfers, de hecho 1989 sería para esos lugares el punto de inicio del boom de la tercera generación de surferos, mientras que en las áreas rurales y localidades pequeñas, como la zona del Cabo Peñas, estábamos aún en primera generación, o segunda si tenemos en cuenta los tímidos intentos “Chuchi” y otras pocas personas a finales de los 60 y en los 70.
Gloria “Apolo” y Joaquín Viña fueron los primeros en aparecer con thrusters por el pueblo. Joaquín Viña le compró una tabla, creo que era una Piping Hot a un local de Xixón bastante malencarado, mientras que Gloria la compró nuevecita, también en Xixón, en una tienda de surf. Ambas tablas, siguiendo las tendencias de la época tenían un montón de colores y dibujos pero en mi recuerdo la tabla de Joaquín era azul con muchos logos y pegatinas, mientras que la de Gloria tenía unos delfínes dibujados. Poco después comprarón tablas Javi Muñiz y Jorge “Surfer” o “Rubio”, ambas eran de la marca portuguesa Polen. Joako se hizo con un corcho, un bodyboard. Claudio se compró una maravillosa Pro-Series poco después. Otero una Semente muy bonita. César y yo ahorramos juntos para adquirir una y de esa manera poder surfear los dos a la vez, ya que hasta entonces nos turnábamos con la single fin que había traído nuestro primo Jose a mediados de los 80. Encontramos nuestra deseada tabla en la tienda Natural Paradise, de Xixón, una Rusty amarilla de segunda mano que vendía Iñigo Sierra. Unos años después compraríamos otro thruster (Rip Saw) para ampliar nuestro pequeño quiver, ya que por entonces ya nadie quería dejarse ver con una vieja single fin de los 70. Álvaro y Jorge, “Chino”, consiguieron una Pukas de segunda mano, preciosa, con una pegatina Hot Tuna en la panza, que creo había pertenecido a Coco Carril y había pasado por las manos de “Peluca”, uno de los pioneros del surf en Bañugues. Iván “Sebas” y Pablo “Popel” comenzaron con el bodyboard y Jorge “Moro”, hermano de Joako, heredó el “corcho” de Joako, cuando este se compró su primera tabla. Cabe decir aquí que el verdadero promotor de todo fue el “Moro”, que desde muy pequeño bajaba todos los días del verano con su inseparable “correolas” a surfear las tímidas espumas de la playa de La Palmera. Jorge es una persona con un tesón increible, uno de esos que trabaja poco a poco, como una hormiguita, con humildad y sin hacerse notar. Cuando te quieres dar cuenta tienes a una bomba humana surfeando, haciendo snowboard o cualquier cosa se proponga, al lado de tí. Jorge fue el mejor bodyboarder asturiano en “drop knee” desde mediados de los 90 hasta el inicio del siglo XXI, el más radical, talentoso y creativo que haya visto. Siempre humilde y respetuoso, poco reconocido simplemente porque nunca se propuso llegar a ser pro. Pero de haberlo hecho, lo hubiese conseguido. Sin lugar a dudas.
Con el correolas del “Moro” comenzamos a surfear mi hermano y yo aprovechando unas mareonas, creo que eran las de San Agustín. Cogíamos olas ya rotas y planeábamos tumbados hasta que la espuma perdía toda su fuerza ya a las faldas del Taller de Luis, donde se encontraba la vieja Rambla de La Palmera.
1989 fue el año en el que el surf creció de forma exagerada en nuestro pequeño paraíso, cuando empezamos a ir un nutrido grupo de guajes y guaja (Gloria) a surfear por las playas del Cabo. Hasta entonces nos movíamos con nuestros padres por el Cabo, pero a partir del 89 comenzaríamos a aventurarnos solos utilizando el tren, el autobus y a veces nuestra pequeña moto. En grupo todo era más divertido, ver surfear a los demás ayuda a entender la dinámica de los movimientos y se va generando una competencia sana muy motivadora. La persona con la que más siendo dicha rivalidad sana es mi propio hermano, ya desde pequeños. Surfear con él es la cosa que más me motiva, cuando coge una ola siempre miro. Cuando éramos pequeños y entrábamos al agua siempre lo seguía con la mirada para cuidar que no le pasase nada, aún lo hago hoy en día. Pero lo mejor es verle surfear. Cuando remonto hacia al pico ver como hace el take off y la primera maniobra me motiva un montón. Contra mejor surfea, mejor quiero surfear yo. Cuando coge una ola y la acaricia con ese estilo y fuerza, intento coger otra y superarle, esperando siempre que la siguiente suya sea aún mejor que la mía y así hasta el infinito. César y yo solíamos analizar todos los movimientos del cuerpo y de la tabla del otro para poder mejorar. Él, 17 meses más joven que yo, fue y sigue siendo mi primer maestro de surf. Juntos creamos la Escula de Surf del Cabo Peñas.
En 1989 fundamos el Club de Surf Indians para dar una forma oficial a todo el movimiento que se estaba dando y de esta manera poder fomentar y desarrollar este deporte en Carreño y en toda la zona del Cabo Peñas. Begoña nos ayudó desde la Oficina de Información Juvenil Municipal y el Ayuntamiento de Carreño nos apoyó, como a muchas otras asociaciones juveniles, desde el primer momento y en todas y cada una de las iniciativas que les hemos planteado. Indians nace como un club de surf pero poco después acogerá en su seno a los “skaters”, un grupo de guajes un par de años más jóvenes de nosotros que alimentaron una escena que no había comenzado a despegar hasta entonces. En otro capítulo hablaré de ellos: Jandrín “Pulgui”, Juanín “Solitario”, Pablo Pons, Kike, Iván “Bollo”, Jan, Dani “el de la Panadería San Felix”, Eloy. Por entonces nuestra vida, la de César y mía, ya era el surf, por mi parte seguía pensando en el skateboarding pero ni el tiempo ni el dinero daban para tanto y al final lo que intentábamos hacer con el skate era tratar de imitar el esquí y el surf, por lo que las olas nos ofrecían todo lo que andábamos buscando.